Invertir en Medio Ambiente: Una Necesidad para el Desarrollo
Autor: Francisco Pons Alcoy
Fecha: 5 de Junio de 2007
Medio: Las Provincias
Al Gore, ex Vicepresidente de Estados Unidos en la era Clinton, ha sido premiado con el Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional por su cruzada personal en defensa del ecosistema global amenazado y por la concienciación medioambiental de la sociedad mundial.
La reciente cumbre de París del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático ha concluido que el cambio climático es una amenaza muy grave para la humanidad a la que hay que hacer frente si queremos evitar serias catástrofes y daños irreversibles a los ecosistemas naturales y a las condiciones de vida de las personas. Pero lo más importante es que la inversión a realizar es más socio-política y en inteligencia colectiva que económica, ya que esta se estima en un porcentaje anual inferior al 1% del PIB global.
Y de una cuestión de inteligencia se trata si se tiene en cuenta que aunque el medio ambiente, en el sentido amplio del término, no está inscrito en el registro de la propiedad a nombre de personas concretas, constituye un capital fundamental sin cuya existencia y servicios el capital industrial y humano verían sensiblemente mermada su productividad actual.
Preservar y desarrollar el medio ambiente es, pues, fundamental en buena lógica económica dada su condición de recurso complementario a los otros dos grandes factores de la producción. Dada su condición de bien público es evidente que la atención debemos prestarla colectivamente, pero siendo conscientes, empresarios, políticos y ciudadanos, de su contribución a la definición de ventajas competitivas y calidad y nivel de vida, valores fundamentales de empresas y sociedades.
Y como muestra, un botón.
Pensemos en el valor económico de las condiciones de nuestras playas y de la calidad del medio de nuestros espacios turísticos. Recientemente la Comunidad Valenciana ha sido reconocida con la concesión de 107 banderas azules por la Unión Europea, 95 para nuestras playas y 12 para nuestros puertos. Y debemos felicitarnos por ello, porque de la necesidad se ha hecho virtud.
Si consideramos la cuestión en términos relativos, el logro es aún más relevante, pues esto significa la mejor puntuación de España (51% de las playas con bandera azul, frente al 43% de Cataluña y el 30% de Galicia, la segunda y tercera Comunidades en el ranking nacional), que a su vez es el país con más banderas azules de Europa.
Pues bien, es indudable que este reconocimiento de la atención colectiva a una parte de nuestro entorno costero no sólo nos garantiza mejores condiciones de salubridad, seguridad y accesibilidad a los valencianos que disfrutamos del Mediterráneo, sino que constituye un poderoso reclamo y factor de competitividad para nuestra principal actividad económica, la turística y residencial.
Este importante logro es, sin duda, la consecuencia de una visión y práctica inteligentes de nuestros actores públicos y de nuestros empresarios. Una visión y una práctica que deben ampliarse a otros ámbitos, conservando, mejorando y poniendo en valor otros muchos activos naturales de que tan bien dotados estamos.
Pienso en la necesidad de conservar nuestro rico paisaje, con el manto de verdor, de naranjos en el llano y laderas, los amplios palmerales, y pinos y matorral en el monte (la superficie forestal en la región es del 52%, superior a la española, 48%, y a la europea, 40%), que alegra la vista y eleva el espíritu a lo largo de nuestra geografía, y que constituye un reclamo del que pocas regiones disfrutan.
Pienso en el gran número de parajes naturales protegidos con que contamos (22 que suman casi 179.000 hectáreas protegidas) y que tienen que ser mejorados y disfrutados inteligentemente por los ciudadanos.
Pienso en las agrestes montañas y bellos valles del interior pero tan cerca de la costa (el 25% de la franja costera está totalmente libre de edificación lo que se traduce en más de 120 Km.), que permiten conformar preciosos ramilletes de variedad paisajística y ecológica que hay que gestionar inteligentemente para permitir un mejor disfrute de dicha riqueza y variedad y una oferta a los turistas más diversa y atrayente.
Pero pienso también que aquello que no es racionalmente gestionado con un horizonte temporal de largo plazo, pensando en la creación sostenible de riqueza, puede destruirse y dejar de generar valor y calidad de vida. No se trata de impedir tocar el medio natural, como proponen los conservacionistas a ultranza, pues si así hubiera sido no tendríamos los naranjales y arrozales que nos han enriquecido y caracterizado desde el siglo XVIII.
La cuestión está en que podemos hacer compatible la preservación y mejora de activos ambientales fundamentales y la creación sostenible de riqueza, ordenando bien los usos del suelo, creando ambientes de calidad en la costa, las ciudades, el campo y la montaña, e impulsando nuevas actividades de mayor valor añadido, compatibles con un medio natural rico y complementarias para nuestra oferta actual, como son, por ejemplo, un bien diseñado sistema de puertos deportivos y campos de golf, tan necesarios ambos para nuestra oferta turística, así como nuevos servicios de valor añadido que atraigan a turistas y nuevos residentes permanentes en búsqueda de espacios de calidad.
En definitiva, debemos apostar por un desarrollo sostenible, en el que el progreso económico se refuerza con una mejora del medio ambiente y con la cohesión social y la integración territorial. Así, no sólo conseguiremos construir un espacio más atractivo y habitable, sino generar más riqueza y una economía regional más competitiva y sostenible en el tiempo. En la economía global y del conocimiento la calidad del medio se convierte en una fuerza económica fundamental. Tener esto muy presente, pese a que en el corto plazo puedan no verse resultados, es la clave de una acción económica y política inteligentes, además de responsables con las futuras generaciones.